Rachi y choncholi para el pueblo
Criticar es fácil y satisfactorio,no hay que pensar mucho, por eso lo hacemos todos y con frecuencia. Proponer alternativas reales en cambio, es difícil, donde por más que se haya pensado mucho, la satisfacción dependerá del resultado.
Criticar es bueno, y recibir críticas ayuda mucho. Gracias a las críticas muchas veces podemos darnos cuenta de la neblina con la que vivimos, esa neblina que no nos deja ver las cosas como realmente son. Esa neblina que a veces es nuestro ego, nuestro auto-convencimiento, nuestra ignorancia , nuestras experiencias, estereotipos o miedos.
Pero así como las críticas nos ayudan a mejorar, también suelen llegar a ser una herramienta de minimización, censura y desprestigio, es ahí donde el detalle de las formas importa. Una crítica sin proposición, solución o alternativa solo agudiza y aviva el conflicto. No nos quita la neblina, sino mas bien desenfoca el tema de fondo y más si la crítica viene con un ataque personal de yapa, lo que hace que por más que el que haya criticado tenía la razón en el tema juzgado, el ofendido termina desestimando la crítica por considerarla como expresión consecuencia de la envidia.
(No importa cuando lo leas) Esto lo escribo después de estar cansado de ver a diario la sección política de El Comercio, donde los ataques personales y críticas sin propuestas son la comidilla diaria. Claro está que muchos periodistas dejan de lado el biffe y se ponen a vender rachi y choncholi, es lo que más sale, lo que pide el pueblo.